Hace 11 años hacemos esto. Hace 11 años no dejamos de sorprendernos por la gratitud de la gente y la amabilidad con la que nos reciben y tratan. La agrupación “100 Caminos” continúa su senda solidaria por la Línea Sur. Esta vez el paraje Costa Ñorquinco fue el elegido para aportar nuestro pequeño gramo (si se permite la unidad de medida) de ayuda. Un pequeño lugar a unos pocos kilómetros de Ñorquinco, Provincia Del Chubut, de pocos habitantes que se pierden dentro de la extensión predominada por la estepa, con pequeñas elevaciones montañosas que son recorridas por el rio que da el nombre al paraje.
Hacia allí nos dirigimos el Viernes 18 de Marzo un grupo de Oftalmólogos, Técnicos Oftalmológicos, Ópticos y Voluntarios, movidos por las ganas de ayudar y la creencia conjunta de poder hacer, de alguna manera, aunque pequeña, mejor el día a día de quienes se acercan donde vayamos.
Esta vez viajamos con la recomendación y la bendición de la “abuela” de Costa Ñorquinco, doña Gregoria Colemil, quien, habiéndose acercado al Servicio de Oftalmología en Bariloche, nos comentó la necesidad de su comunidad y lo importante que podría ser nuestra visita al lugar. Así que el destino no tenía mucha más opción que ser ese, y hacía ahí dirigimos la proa.
Antes de llegar al lugar final elegido, pasamos por el Hospital Zonal de Ñorquinco, y tuvimos la oportunidad de hablar con su director. Nos comentó las necesidades de su comuna (de más de 1.500 habitantes), lo dificultoso de su labor, la importancia de la salud pública en lugares como este, el poco acceso que tiene la población a la misma debido a las distancias, a las anegaciones climáticas y también, muchas veces, al desconocimiento. Estos comentarios no hicieron más que aumentar nuestras ganas de emprender el último tramo hacia nuestro destino final en este viaje. Así que luego de dejar una donación de medicamentos oftalmológicos donados por un voluntario, retomamos el camino.
Allí llegamos alrededor de media mañana. Teniendo como nexo a doña Gregoria, habiendo dado aviso a Radio Nacional y al Director del Hospital, nos encontramos con las personas que ya nos estaban esperando en la Escuela N°67, amén de los alumnos y maestros que ese día serían, ocasionalmente, pacientes.
Ellos felices por nuestra llegada, y nosotros felices por poder alcanzar con nuestro aporte a más gente. Comenzó la mañana agitada con muchas ganas y muchas “consultas” (decir consultas le da un marco más formal a una manera de conocer a la gente, saber que los aqueja, que sienten y a partir de ello, poder darles un esquema de contención más semejante a una asistencia social que a una consulta oftalmológica en sí). Estas experiencias permiten conocer muchas historias, muchas formas de vida distintas, muchas necesidades y, sobre todo, ayuda a entender que no solo la carencia hace a la necesidad, sino también el contexto. La lejanía con la ciudad, la minimización de problemas, o simplemente el desconocimiento como tal, concluyen en que algunas situaciones tomadas a tiempo y con los elementos adecuados, podrían haber dado un mejor resultado final. Al no suceder esto, solo queda intentar resolverlo de la mejor manera posible, con los elementos a disposición en el momento o, finalmente, derivando cada caso al profesional y lugar adecuados, siempre tratando de resolver la mayor cantidad de imponderables para tal fin. En ese marco explicativo es que transcurrió la mañana, tan rápida como nos invadió el olor al cordero que nos prepararon especialmente para nosotros (condición sine qua non para que la visita sea coronada como es debido). Así fue que almorzamos junto a los maestros, los ayudantes de la escuela y algunas personas más que colaboraron con la organización.
Obviamente los primeros en ser “atendidos” fueron los chicos que asisten diariamente a la escuela. Luego llegó el turno de todas las personas de la comunidad que habían venido a vernos, mezclados con los maestros y los ayudantes de la escuela. Es así que, para las 17 horas, habían venido a vernos 90 personas. Dejamos asentado en una base de datos la mayor cantidad de información posible sobre cada una de los eventuales “pacientes” que vimos, la cual compartimos con el director del Hospital de Ñorquinco, no solo para tener conocimiento de algún tipo de patología aparente existente, sino también para tener algún tipo de censo sobre los pobladores del paraje. También pudimos entregar 20 pares de anteojos en el momento y trajimos otros 16 pares de anteojos para poder armarlos y graduarlos correctamente, y así devolverlos cuanto antes a las personas que los necesitan.
Terminada la jornada, extenuante, por cierto, retomamos el camino de vuelta a casa con la idea inequívoca de haber finalizado una jornada más que productiva, con más conocimiento de nuestra gente y con la sensación de haber hecho un pequeño gran aporte a una comunidad que necesita de estas visitas, estos encuentros.
¿Qué sentimos? Que con poco se puede hacer mucho. Pero la sensación más fuerte es que inexorablemente con mas, se puede no tener límite.